Cómo se mide la rentabilidad

Si el lector ha seguido los distintos artículos que hemos ido publicando desde Finacademia hasta la fecha, a estas alturas ya conocerá, entre otros conceptos:

las bondades de invertir vs las de simplemente ahorrar,

la importancia de contar con un asesor experto que conozca en profundidad herramientas clave como la planificación patrimonial,

lo relevante que resulta definir adecuadamente tanto el perfil de riesgo del inversor como su horizonte temporal, y

la necesidad de evitar en la medida de lo posible los principales sesgos conductuales en la toma de decisiones financieras.

Dicho todo lo anterior, una vez realizada la inversión resulta esencial evaluar el resultado de ésta, o lo que es lo mismo, la rentabilidad que ha producido en un determinado periodo temporal. Aunque parezca un concepto matemático que sólo requiere de una fórmula para llegar a la solución, lo cierto es que no hay una única forma de medir la rentabilidad de una inversión, y, por tanto, dependiendo del método que se utilice, el resultado será distinto.

¿Qué es la rentabilidad y qué formas hay de medirla?

En primer lugar, debemos conocer la definición de algunos términos clave:

Rentabilidad en términos absolutos: se trata de la variación de valor que ha experimentado la inversión en un determinado periodo de tiempo. Ésta puede ser a su vez:

  1. Rentabilidad Bruta vs Rentabilidad Neta:
  • Rentabilidad Bruta: es la medida que utilizan los inversores para conocer la variación de valor que ha experimentado su inversión en un periodo determinado de tiempo, sin tener en cuenta las comisiones y otros gastos asociados a la misma. Si el valor de la inversión se ha visto incrementado en el periodo, la rentabilidad bruta será positiva, mientras que, si el valor de la inversión se ha visto reducido en el periodo, la rentabilidad bruta será negativa.

  • Rentabilidad Neta: es la medida que utilizan los inversores para conocer la variación de valor que ha experimentado su inversión en un periodo determinado de tiempo, una vez deducidas las comisiones y otros gastos asociados a la misma. Se trata de lo que realmente “se llevan a sus bolsillos” los inversores. Si el valor de la inversión, una vez deducidas las comisiones y gastos asociados, se ha visto incrementado en el periodo, la rentabilidad neta será positiva, mientras que, si el valor de la inversión, una vez deducidas las comisiones y gastos asociados, se ha visto reducido en el periodo, la rentabilidad neta será negativa.

(siendo el Valor Final, neto de comisiones y gastos asociados).

  1. Rentabilidad Nominal vs Rentabilidad Real:
  • Rentabilidad Nominal: es la rentabilidad, bruta o neta, sin tener en cuenta la inflación.
  • Rentabilidad Real: ajusta la rentabilidad nominal por el efecto de la inflación. Si la rentabilidad real es positiva, el inversor habrá ganado poder adquisitivo; si es negativa, el inversor habrá perdido poder adquisitivo, tal y como explicábamos en este artículo sobre la inflación.

  1. Rentabilidad Acumulada vs Rentabilidad Anualizada:
  • Rentabilidad Acumulada: mide el rendimiento total de una inversión a lo largo del período analizado.
  • Rentabilidad Anualizada (Tasa Anual de Crecimiento Compuesta): mide el rendimiento equivalente a un año. Se trata de la tasa de crecimiento media anual de una inversión, suponiendo que los beneficios se reinvierten (tiene en cuenta el efecto del interés compuesto, concepto que ya definimos en este artículo):

  1. Rentabilidad Ponderada por el Tiempo vs Rentabilidad Ponderada por los Flujos de Dinero*:
  • Rentabilidad Ponderada por el Tiempo: mide solamente el rendimiento de la inversión, sin que éste se vea afectado por cuándo el inversor realiza aportaciones o retiradas de dinero. Equivale a la rentabilidad atribuible al gestor.
  • Rentabilidad Ponderada por los Flujos de Dinero: mide la rentabilidad de una inversión teniendo en cuenta el momento y el tamaño de los flujos de efectivo (aportaciones y retiradas de dinero). Equivale a la rentabilidad atribuible al inversor, no sólo al gestor.

*Al ser estos conceptos complejos, ahondaremos en ellos en próximos artículos.

Rentabilidad en términos relativos: se trata de la variación de valor que ha experimentado la inversión en un determinado periodo de tiempo, puesta en comparación con la rentabilidad de otras inversiones similares en términos de riesgo soportado, o con respecto a su índice de referencia (también llamado benchmark). Es la metodología que utilizan los inversores profesionales, ya que es la mejor forma de evaluar tanto el desempeño de la inversión, como el de los gestores de la misma.

Vamos a tratar de resumir los conceptos anteriores con un ejemplo sencillo:

Juan Pérez tiene 55 años, lleva muchos años ahorrando y ha decidido comenzar a invertir acompañado de un asesor profesional con amplia experiencia en la gestión de patrimonios.

El 01/01/2025 invirtió 1.000.000 de euros en un fondo global con una exposición a renta variable del 35%. A 31/08/2025 el valor de dicha inversión asciende a 1.040.000 euros. Juan no ha realizado inversiones adicionales ni reembolsos de efectivo en todo el periodo.

Las comisiones y gastos asociados, y la inflación en el periodo, han sido del 0,8% y del 2,0%, respectivamente.

El índice de referencia (benchmark) ha obtenido en el año hasta el 31/08/2025 una rentabilidad bruta del 3,5%.

*Al ser estos conceptos complejos, ahondaremos en ellos en próximos artículos.

Rentabilidad ajustada al riesgo: métricas adicionales

En el párrafo B) anterior hemos introducido un concepto clave en la evaluación de cualquier inversión: el nivel de riesgo soportado.

Imaginemos que tenemos la posibilidad de entrar en un sorteo cuyo premio es una casa en la playa valorada en 1 millón de euros. A priori se trata de una oportunidad apetecible, pero necesitaremos conocer las condiciones del sorteo, saber qué ponemos en riesgo, para poder valorar si realmente merecer la pena participar:

  • si se trata de un sorteo entre 5 personas donde sólo tenemos que comprar un boleto de 1 euro para participar, seguramente estaremos encantados de hacerlo. Sólo ponemos en riesgo 1 euro y tenemos un 20% de probabilidad de que nos toque una casa en la playa con un valor muy superior al dinero invertido;
  • si se trata de un sorteo entre 100.000 personas y para poder acceder tenemos que vender nuestra vivienda habitual, seguramente desecharemos con rapidez la idea. Estaríamos poniendo en riesgo nuestra vivienda, por la posibilidad remota (0,001% de probabilidad) de que nos toque una casa en la playa.

En el mundo de la inversión ocurre algo similar, no es suficiente con medir la rentabilidad, debemos incorporar el riesgo en la ecuación. De hecho, debido a la importancia de disponer de unas métricas de rentabilidad que capturasen el nivel de riesgo de las inversiones para favorecer tanto la evaluación de las mismas como la comparativa con otras, surgió el concepto de rentabilidad por unidad de riesgo, materializada en ratios como el de Sharpe o el de Sortino.

El ratio de Sharpe, que debe su nombre a William F. Sharpe (premio Nobel de Economía en 1990), cuantifica el exceso de rentabilidad de la inversión (por encima de la tasa libre de riesgo, es decir, el rendimiento que proporciona un activo que se considera libre de riesgo de impago, como una letra a corto plazo de un gobierno estable y solvente) por cada unidad de riesgo asumido (medido por la desviación típica de los rendimientos).

Así, un ratio de Sharpe positivo, y cuanto más positivo sea, indicará que la rentabilidad de la inversión compensa el riesgo asumido. Si es negativo, indicará que la rentabilidad no compensa el riesgo asumido.

El ratio de Sortino, desarrollado por el académico y consultor financiero Frank A. Sortino, en la década de 1980, cuantifica el exceso de rentabilidad de la inversión (por encima de la tasa libre de riesgo) por cada unidad de riesgo de pérdidas (medido por la desviación típica de los rendimientos negativos).

Así, un ratio de Sortino positivo, y cuanto más positivo sea, indicará que la rentabilidad de la inversión compensa el riesgo de pérdidas asumido. Si es negativo, indicará que la rentabilidad no compensa el riesgo de pérdidas asumido.

Esto es todo por hoy. En futuros artículos seguiremos ahondando en los conceptos de rentabilidad y riesgo e introduciremos los modelos académicos más relevantes que los ponen en relación y los convierten en un binomio indisociable.

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