El horizonte temporal de la inversión

En los capítulos de Finacademia relativos al perfil de riesgo del inversor y a las diferencias entre ahorro e inversión, podemos encontrar un denominador común. En ambos casos, calificábamos como imprescindible el “tener un plan”. Ese plan, esa hoja de ruta, debería marcar los principios básicos de todo inversor que se precie. Debes tener claro el propósito de tu inversión y el riesgo que estás dispuesto a asumir, sin duda. Pero además, hay otro matiz adicional que es fundamental en el mundo de la Gestión Patrimonial: el horizonte temporal.

No es lo mismo (y por principios, no puede serlo) invertir a un mes que invertir a diez años. Conceptualmente, cuanto mayor es el horizonte temporal, mayor es la probabilidad de que el precio del instrumento en el que invertimos se aleje del precio inicial. Es decir, la variación del precio tiende a aumentar con el tiempo. Por lo tanto, ni la estructura de la cartera, ni los productos que la componen deberían ser los mismos. Cuando invertimos a corto plazo, lo normal es hacerlo en productos de bajo riesgo, como pueden ser depósitos o valores de renta fija a corto plazo, que nos permitan recuperar la inversión en el plazo establecido. Pero a cambio, ofrecen una expectativa de rentabilidad baja, por aquello del binomio rentabilidad-riesgo.

A medida que vamos ampliando el plazo, también lo hace el riesgo que podemos asumir, y que, de hecho, asumimos, ya que disponemos de más tiempo para recuperar las posibles pérdidas que puedan darse en algún momento (y con él, la rentabilidad esperada) y la probabilidad de variación va aumentando, como decíamos. Por ejemplo, si estás invirtiendo para tu jubilación y estás en tus inicios de carrera profesional, la lógica dice que podrías invertir en algo arriesgado porque te quedan muchos años para compensar, y si en los primeros años pierdes, tendrás tiempo para que el mercado te dé otra oportunidad.

Por lo tanto, como hemos explicado con estas ideas, el horizonte temporal es clave porque de él dependen los productos que puedes tener en cartera. Llevándolo al extremo, si me pregunto: ¿cuándo voy a necesitar este dinero que ahora invierto? Y la respuesta es: “lo necesito mañana”, la conclusión es clara: NO DEBES ACOMETER ESA INVERSIÓN.

Más allá de lo evidente, una vez definida la respuesta a la pregunta anterior, tu asesor especializado debería proponerte productos alineados con ese horizonte temporal, siguiendo una regla básica: a mayor horizonte, mayor riesgo asumible. Aunque intuitivamente podría parecer lo contrario, es solo después de establecer ese horizonte cuando entran en juego las preferencias recogidas en tu perfil de inversor.

Como hemos ido deslizando en el texto, el tiempo es un elemento fundamental (y muy valioso) en la inversión, que es necesario definir de antemano. Vamos a sintetizar a continuación, los motivos para dicha afirmación:

  • Ayuda a marcar un objetivo claro y evitar “bandazos” en la inversión: una de las estrategias menos exitosas que hay en el mundo de las inversiones es moverte con la corriente. Vender cuando todos han vendido, y comprar cuando todos han comprado. Si tú estableces de antemano el tiempo asignado a esa inversión, la programas con los productos adecuados y no mueves el timón durante las tormentas del mercado, es muy probable que logres tus objetivos. En el libro La psicología del dinero de Morgan Housel se expresa muy bien esta idea: “la habilidad financiera más difícil es hacer que el objetivo deje de moverse”.
  • Reversión a la media en la renta variable: desde Fineco, siempre hemos creído en la existencia de esa reversión hacia una valoración media de largo plazo en mercados globales y bien diversificados (esto no tiene que pasar en acciones particulares). Para que esto suceda, hay que darle tiempo a la inversión, y tener paciencia porque no es una cuestión de días, sino quizás de meses o incluso años.
  • Facilita la estrategia fiscal: si quieres tener control sobre todo lo que puede generarte un desembolso, es importante tener un plan establecido de antemano con sus plazos para poder tener en cuenta los impuestos que vas a tener que pagar en todas las variantes.
  • Minimiza la volatilidad global en la cartera: un movimiento brusco del mercado suele quedar minimizado cuando amplías la ventana temporal. Cuando se analizan riesgos financieros, por ejemplo, se suelen seleccionar ventanas de un número de años suficientes, que puedan “suavizar” esos giros de mercado puntuales que alteran la muestra. Por ejemplo, si yo analizo el mercado americano en el periodo “Febrero 2020-Abril 2020” me voy a llevar un susto. El mercado en esos meses cayó con fuerza y la volatilidad aumentó a niveles casi nunca vistos. Si asemejamos dicha volatilidad al riesgo, carteras con vigencia en esos meses exclusivamente hubieran sido consideradas como muy arriesgadas. Nadie sabía lo que iba a pasar al día siguiente y la incertidumbre era máxima. No obstante, si ampliamos la ventana al periodo de “Febrero 2020-Mayo 2025”, una cartera con dicha vigencia, pero los mismos productos que la anterior, hubiera sido considerada mucho menos arriesgada ya que la volatilidad se difumina con aquellos años más tranquilos en términos de dispersión (aunque no lo parezcan si solo ves el telediario).
  • El interés compuesto: textualmente la RAE define el interés compuesto como el interés de un capital al que se van acumulando sus réditos para que produzcan otros. Traducido, viene a decir que, si se generan intereses en un monto de dinero por estar invertido, y se mantiene dicha inversión, esos mismos intereses generarán a su vez más intereses en el siguiente periodo. Es una especie de bola de nieve que va haciéndose más grande cada vez con su propia producción. Por lo tanto, cuanto más largo sea el periodo durante el cual se mantiene la inversión, mayor será el impacto que el interés compuesto provoca, permitiendo un crecimiento exponencial. Tener clara esta característica del tiempo, nos puede ayudar a definir la cartera de una forma mucho más precisa y eficaz.

En definitiva, invertir con un plazo temporal suficientemente amplio ayuda a lograr los objetivos previamente definidos, pero lo más importante es precisamente eso, definir bien esos objetivos, además del horizonte temporal de los mismos. Como en su día escribió Miguel de Cervantes: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.

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